Los resultados de los múltiples exámenes parecían desconcertar al grupo de médicos más que orientarlos. Luego de dos semanas de análisis, aquella sustancia verde oscuro, de olor y sabor único que había estado supurando el cuerpo de Don Leuracio, había sido identificada. Sin embargo, el temor de la comunidad médica permanecía intacto ante lo que parecía ser el primer caso de un paciente con niveles de ego tan altos que comenzaba a materializarlo y a emanarlo desde su cuerpo.
Semanas atrás el Dr. Godoy había recibido en su consultorio
por primera vez a Don Leuracio, un excéntrico ricachón con una atípica
molestia. Debajo de su elegante traje hecho a la medida, todos los poros de su
cuerpo parecían estar segregando una sustancia indeterminada sin explicación
aparente. El proceso era indoloro y tan solo podía advertirse debido al extraño
olor que inundaba la sala.
Diversos parásitos, bacterias y enfermedades genéticas
fueron descartados. Bajo el microscopio, la sustancia que chorreaba por la
camilla del paciente se mostraba como un organismo unicelular, con una actitud extrañamente pretenciosa,
resistente a las relaciones con otros microorganismos y antibióticos.
Ante la increíble noticia, difundida por el mismo Don Leuracio,
decidimos acudir a la clínica para obtener una entrevista exclusiva del
personaje. Apenas entramos a las instalaciones notamos una soledad absoluta, el
lugar había sido alquilado y cerrado al público solo para atender al paciente
de la habitación 001. Ante el impactante silencio nos dirigimos hacia el cuarto
privado de Don Leuracio, fue allí donde nos golpeó ese olor, una extraña mezcla
entre el aroma de los billetes de alta denominación recién impresos y un toque
del más fino queso roquefort. Según nos
explicó su médico de cabecera, habían descubierto que ese era el olor químico
del ego.
Luego de colocarnos nuestros respectivos tapabocas,
comenzamos a entrevistar a Don Leuracio sobre diversos aspectos llamativos de
su vida.
-Don Leuracio ¿cómo descubrió su… condición egocéntrica?
-La verdad es que a mí nunca se me escapa nada, pero para
responder tu pregunta diría que noté mi don a los 4 años, momento en el que le
pedí a mi difunta madre que no me relatara más historias para dormir, pues
comenzaría a narrarme mis propios cuentos. No tardé mucho tiempo en notar los
beneficios de aquel cambio; personajes mucho más complejos comenzaron a
interpretar las historias, acompañados
siempre de una la sólida narrativa y mi dulce tono de voz que me apasionaban
cada noche. Recuerdo que corría rápidamente a dormir aunque fueran las 5 de la
tarde, solo esperando a oír con qué increíble historia me sorprendería cada
día.
-¿Cree que la crianza de su madre determinó de algún modo su
peculiar comportamiento?
-Prefiero atribuirme a mí mismo ese crédito, aunque me parecía altamente llamativo que ningún otro
niño recibiera regalos en el día de la madre, para mi era lógico que si yo era el
responsable de brindar la condición de madre a mi progenitora, debía recibir
alguna especie crédito.
-Don Leuracio, se dice que en su hogar no existen espejos
¿No es esto un poco raro para alguien con un ego tan grande?
–Cuando cumplí 8 años
descubrí que no toleraba ver todos los días en el espejo a alguien tan apuesto,
con un porte tan elegante, una mirada tan impactante… disculpe, a veces se me
hace agua la boca -Se interrumpió a sí mismo mientras se limpiaba con un fino
pañuelo los labios humedecidos- Bueno, el asunto es que ello debilitaba mi
autoconfianza, motivo por el cual ordené a mi sirviente que destruyera todo
material que pudiera reflectar mi imagen, desde ese momento eliminamos los
espejos, utilizo vajillas de plástico y cubrimos todas las ventanas con fino
papel ahumado.
-¿Qué hay de sus apellidos? Todos sabemos que se llama
Leuracio, pero nadie ha escuchado sus apellidos.
-Luego de un profundo análisis noté que mis parientes se
aprovechaban del prestigio que mi nombre le imprimía a los apellidos, sin
embargo por ser un sujeto con alta sensibilidad les propuse que me pagaran regalías
mensuales para que ellos continuaran
gozando del beneficio, pero ante su negativa decidí eliminar por completo mis
apellidos al cumplir 9 años. Para ser franco esas dos palabras le robaban el
protagonismo a mi nombre.
-Don Leuracio, se dice que el Bélgica hay un sujeto que se
autoproclama como el más ególatra del mundo, ¿qué opina al respecto?
-Imposible, nunca he estado en Bélgica.
-¿Don Leuracio por qué es usted tan apuesto?- Se preguntó él
mismo, luego de algunos segundos accedió a responderse, mientras clavaba la
mirada en sus dedos como quien está en presencia de una maravilla estética-
Bueno, me sonroja y halaga con su pregunta, pero debo confesar que nací así.
-Dicen que su estado es altamente delicado, que no se sabe
qué puede pasarle ¿Cree que realmente corre peligro?
-Según me refieren los médicos, es altamente probable que
muera, básicamente porque mi problema es único -Dijo sonriendo con un orgullo
notable- se trata del primer caso de hidroegositis supurativa, término que he
creado yo mismo para describir mi cuadro clínico. Básicamente lo que sucede es
que mi cuerpo mantiene las mismas dimensiones pero mi ego sigue creciendo de
modo nunca antes visto, incluso algunos especialistas argentinos han venido y
se han topado con un ego sin precedentes para ellos, fíjate que los análisis
señalan que mientras más ensimismado y pretencioso me pongo, más crece la
sustancia y…-Una repentina tos seca interrumpió al paciente, segundos después
comenzó a mover sus labios intentando respirar y luego cayó al suelo llevando
sus manos al cuello buscando una bocanada de aire, inmediatamente un equipo
médico lo abordó para practicarle una traqueotomía de emergencia, sin embargo
al abrir el agujero en su cuello pudieron notar que de sus pulmones solo
drenaba la sustancia viscosa.
A las 5:03pm fue declarado sin vida el único ser humano que
había muerto asfixiado por su propio ego.